Manel Fontdevila en Público
He vivido la mayor parte de mi vida en la avenida Dos de Mayo de Móstoles, así que esta festividad me toca cerca. Y hasta hace poco hacía gracia… me parecía muy saludable que se celebrara la rebeldía del pueblo en armas contra los franceses. Pero se acabó. A partir de este momento me declaro afrancesado. No quiero saber nada más ni de Andrés Torrejón, ni de Manuela Malasaña, ni de Daoiz, ni de Velarde.
Estoy seguro de que estos tipos en persona no eran mala gente. Pero la Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad (pseudónimo con que el gobierno de la Comunidad de Madrid firma sus trabajos en el campo del revisionismo histórico) les ha traído desde el mundo de los muertos convertidos en unos monstruos de Frankenstein que me dan tanto miedo como el nombre de la antedicha institución.
Verdadero pavor tengo. Esperanza Aguirre dice “que estos hombres y mujeres que lucharon y murieron [el 2 de mayo de 1808] sabían muy bien que eran españoles y no tenían dudas de los que era España. […] Sabían que España era una nación muy antigua, sabían que España era su patria y sabían que compartían una cultura, unos valores y una creencias con los otros doce millones de los entonces españoles”.
Me da miedo porque la manipulación de la historia y la mentira deliberada aplicada a los momentos fundacionales de la identidad nacional están entre las cosas que más daño pueden hacer a la humanidad. Que le pregunten a los alemanes. El lema de la exposición del Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid –“Un pueblo, Una nación”– realmente recuerda a un aforismo alemán de hace 70 años. “Un pueblo, Una nación” es “ein Volk, ein Reich”, en traducción literal. Sólo les falta añadir “ein Fuhrer”.
Pérez Reverte explica muy bien lo que realmente pasó en mayo de 1808 en su artículo publicado en El País “Una intifada de navaja y macetazo” –pese a que luego se haga la foto sonriente con los miembros de la citada fundación y les supervise la exposición–. No fue una rebelión por la nación… ni por ideales elevados. Fue simplemente la rabia de un pueblo hambriento, ignorante y manipulado. Y ese pueblo hubiera hecho bien en descargarla sobre otros antes que sobre los franceses.
Fue la nobleza la que abrió la puerta a los franceses y el rey Fernando VII desde luego no fue el perjudicado de la operación. Y fue otra parte de la nobleza la que, junto con la incipiente burguesía liberal, orquestó la rebelión. La presidenta de la Comunidad de Madrid y Condesa de Montijo haría bien callándose en relación con los héroes del Dos de Mayo, porque mientras el pueblo moría a sangre y fuego en 1808 es harto probable que alguno de sus ancestros estuvieran de vacaciones en Hendaya con el rey felón… o jugando al estratego con vidas humanas desde algún cómodo salón neoclásico.
El final feliz hubiera sido que después de la Guerra de la Independencia no hubiera habido restauración monárquica y que la constitución de 1812 hubiera seguido vigente unas cuantas décadas. Pero el pueblo y los liberales al final olvidaron las tropelías del Borbón y de la nobleza. ¿Por qué? Porque no había ni opinión pública, ni sociedad civil ni identidad colectiva, más allá de los (pocos) burgueses. Vamos ninguna de estas cosas que están unidas a la existencia de una nación moderna y que a Esperanza Aguirre, parece ser, se la peinan.
Ojo, yo no digo que no exista la nacionalidad española… pero desde luego ése no fue su momento fundacional. Y sinceramente yo creo que, ya que la Pepa fue un fracaso, hubiéramos estado mejor con los franceses. Anoche salí por el Barrio de Malasaña con una camiseta en la que ponía 'estábamos mejor con los franceses'. Yo esperaba que me cayera alguna galleta, pero recibí bastantes muestras de simpatía, la verdad. ¡Estábamos mejor con los Franceses! gritaban también los miles de jóvenes y no tan jóvenes que intentaban tener la fiesta del 2 de Mayo en paz en una plaza que lleva el mismo nombre y no podían porque hordas de cientos de policías les acosaban continuamente.
En la plaza del Dos de Mayo había un escenario, pero la única actividad que se programó allá fue lo que un amigo mío llama -de forma políticamente poco correcta- teatrillo para viejas. No dejó el Ayuntamiento que se hiciera la tradicional verbena por cuarto año consecutivo. Aunque los vecinos, a través de la asociación del barrio, ACIBU, y de la asamblea del CSO Patio Maravillas intentaron celebrar sus propias fiestas en su barrio.
Teatrillos para viejas y manipulación histórica. ¡Estábamos mejor con los franceses!
1 comentario:
Me ha gustado mucho lo que cuentas sobre las fiesta del dos de mayo y toda la historia que conlleva ^
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