miércoles, 28 de julio de 2010

Lastre

Cada vez que quieras
salir volando por la ventana estaré allí, lastre de tu voluntad,
para recordarle a la gravedad

que tiene que tirar de ti hacia abajo
a nueve metros por segundo y dejarte chafado
contra el suelo, a mi lado. ¿Recuerdas

que una vez me pediste que no me fuera?
te hice caso.  Al final me quedé y puedes verme dibujada
en esas líneas retorcidas de tu cerebro

y en cada uno de los espejos enfermos
que hay en tu habitación
y me ves siempre que te asomas

y ya no te gusto
y ya no te gustas

martes, 27 de julio de 2010

Las cosas claras

Las cosas claras
Sergio López, 2010

Al taxista le gustaba Peñaranda de Bracamonte, eso estaba claro. Varias pegatinas en la parte trasera de su vehículo proclamaban, con distintos colores y tipografías de mal gusto, su oriundez. La reiteración del sonoro nombre de aquel pueblo salmantino certificaba que al taxista le gustaban las cosas claras y que él no era de ningún otro sitio, como Consuegra, Hellín o Baños de Ebro. Al taxista le gustaban las cosas claras y le gustaba escuchar una emisora de radio en la que, según él, decían las cosas claras… aunque, en realidad, aquella emisora sólo escupía basura fascista. Pero eso no viene al caso. El caso es que al taxista le gustaban las cosas claras. Y, además, resultó ser un filósofo.

–Me dijo usted que iba a la calle Embajadores. ¿No? –dijo al cabo de llevar un rato en silencio escuchando su emisora favorita de basura fascista.
–Sí. –dije yo. Era un sí impregnado de nerviosismo. Llegaba tarde. Demasiado tarde.
–¿Exactamente a que altura?
–Déjeme por la glorieta.
–Pero, exactamente, ¿en que parte de la glorieta? En la Glorieta de Embajadores se cruzan la calle Embajadores y las Rondas de Atocha y de Toledo.
–Pues no sé. Donde le venga mejor a usted.
–A mí me viene bien donde a usted le venga bien.
–Pues donde tardemos menos en llegar. A mí me viene bien lo que sea más rápido. No llego a tiempo.
–¿No llega a la hora?
–No. No llego a la hora.
–Haber empezado por ahí. ¿Cuál es el problema? ¿Que llega antes de la hora o que llega después de la hora?
–Pues… –aluciné pepinillos con la pregunta– pues, que llego después de la hora, claro.
–Entiendo. Si llegase usted antes de la hora, no sería un problema.
–No señor.
–¿A qué hora debería usted llegar?
–A las siete en punto.
–Pero ya son las siete y diez.
–Ya lo sé. No llego a la hora, ya le digo. Por eso he cogido un taxi en vez del metro, pero ya veo que ha sido un error. Con el tráfico que hay, nos deben quedar otros diez minutos.
–Es que tenía que haber empezado por decirme que usted quería ir a la Glorieta de Embajadores a las siete en punto.
–Y eso, ¿de qué hubiera servido?
–Eso, caballero, lo hubiera cambiado todo. Es evidente que para usted no es lo mismo llegar a las siete que a las siete y vente. Si no, no estaría sudando como está sudando.
–Obvio. Pero sigo sin ver…
–Usted llega tarde a una cita. Usted considera que esa cita es su última oportunidad para arreglar algo, pero está llegando tarde. Teme haber perdido la oportunidad de haber arreglado las cosas antes incluso de haber tenido la ocasión de explicarse. Todo por un desajuste entre su percepción subjetiva del tiempo y la velocidad a la que se mueven las agujas del reloj del mundo. Esa sensación de que las cosas le suceden justo en el momento menos oportuno…
–¿Cómo sabe todo eso? –busqué la mirada del taxista en el espejo retrovisor y encontré dos ojos vulgares que se perdían en el tráfico y que eran sostenidos por una nariz y un bigote vulgares. Joder. ¿Cómo podía saber todo eso?
–Tenía que haber hablado claro desde el principio, caballero. Tenía que haber dicho que quería que le llevase hacia a la Glorieta de Embajadores en el espacio y hacia las siete de la tarde en el tiempo.
–¿Cómo?
–Quizá también es que yo no se lo pregunté de forma clara. Es verdad, lo siento. Le pregunté adónde quería ir, pero no a cuándo.
–Pero, ¿se ha vuelto loco? ¿Qué pasa? ¿Es qué ahora los taxistas pueden viajar en el tiempo?
–Por supuesto.
–Me está tomando el pelo. Lo último que necesito ahora es que me tomen el pelo. Mire, me bajo aquí.
–No le tomo el pelo. Intento hablar claro, simplemente. Usted intenta aferrarse a un momento espacio-temporal y yo le digo que este taxi viaja en el tiempo.
–Pues lléveme al pasado, entonces. A las siete de la tarde.
–¿Por qué no al futuro?
–Váyase a la mierda.
–Entiendo su enfado. Las cosas claras: el futuro nos da miedo. El presente es la vida y el futuro, en última instancia, la muerte. Intentamos aferrarnos al presente, a aquello del presente que nos es grato, que nos hace feliz, que creemos que nos completa: por eso la posesión, por eso los celos, el ahorro, el capitalismo, el comunismo... todo mecanismos para intentar almacenar el presente. Ineficaces, por cierto: no se puede hacer acopio del tiempo presente. El tiempo es lo único que no nos sobra. A menor o mayor velocidad, todos nos dirigimos hacia el futuro.
–¿Me puede explicar qué me quiere decir con todo esto?
–Que al único sitio adónde no le puedo llevar es al pasado. Nadie puede, lo dijo Einstein. El pasado sólo existe cómo una impresión en nuestras neuronas.
–Pues déjeme en el presente, entonces –le rogué al taxista–, quiero quedarme en el presente.

El muy cabrón al final me llevó al futuro y, encima, me cobró lo mismo.

jueves, 15 de julio de 2010

La patria es una camiseta

Sudáfrica 1995. Los Springboks, el combinado de Rugby de la minoría blanca juega bajo la bandera de la nueva Suráfrica de Nelson Mandela. En principio, ni los blancos se identifican con la bandera ni los negros con el equipo, pero los Springboks ganan el mundial y se convierten en el símbolo de todos. Unos y otros se enfundan en la vistosa bandera surafricana y aprenden a recitar la alineación de la selección nacional y los versos en xhosa, zulú, afrikáner e inglés del hermoso himno nacional sudafricano, Nkosi sikele iAfrika.
Sudáfrica 2010. El Barça juega bajo la bandera de España y gana la copa del mundo (jojojo). La historia se repite: jolgorio y trapos de colores que se convierten en lo único que une y que puede unir a gente de muy distinta condición social y forma de pensar.



Nelson Mandela y Vicente del Bosque, --que comparten el hecho de tener cara de buenas personas y haber hecho cosas en la línea de demostrar que, además, lo son--, nos enseñan una gran lección: hoy en día, las patrias, las naciones... son una camiseta y nada más que una camiseta. Y menos mal. Mucho más que esencias étnicas, ideológicas o culturales, la patria en el mundo posmoderno es un icono pop. Una camiseta y un eslogan... nada de batallas, mártires o catecismos que son, al mismo tiempo, más aburridos y más peligrosos.

Ha habido algo que me ha emocionado de estos días de delirio colectivo tras la victoria incuestionablemente merecida de la Selección Española en el Mundial. Me he emocionado, pero no porque me sienta especialmente orgulloso de la hazaña deportiva (lo disfruté mucho como espectáculo, pero sin más), y mucho menos me emociona el despliegue de simbología nacional en las facha-das. Estos días me he emocionado porque creo que lo que ha sucedido es lo contario a una exhibición nacionalista: me he emocionado por ver que España (mi país, que antaño fuera un lugar opresivo, de vergonzantes estereotipias raciales y culturales) puede ser hoy simplemente una camiseta que le vale igual a un senegalés que a moldava que a uno de Barcelona que, por otra parte, es transexual.

Yo vi el partido en la casa de un amigo en la zona de Alvarado, la pequeña República Dominicana de Madrid. Salimos y una gigantesca fiesta copaba todo ese tramo de la calle Bravo Murillo. Bailaban juntas personas de como veinte nacionalidades distintas y todas ellas enfundadas en trapos rojigualdas. Un niño oriental que iba o venía junto con su familia me envolvió en la gigantesca bandera que llevaba y gritó "¡viva España!". No me quedó más remedio que responder "¡Viva!".

martes, 13 de julio de 2010

Las mejores palabras

Debería quedarme callado:
las mejores palabras son las que no digo.
Soy mejor en silencio que en significado.
Puedes imaginarte que mi silencio significa algo,
por oposición. Puedes llegarte a creer lo que no soy,
y yo no diré nada, para que sigas creyendo
que aún me quedan palabras.
Debería quedarme callado
y no contaminar con el CO2 asqueroso
de mis sílabas el poco aire que nos queda.
Cualquier cosa que diga revelará la mala ortografía de mis pensamientos,
los vicios, los renglones torcidos y, por supuesto, será utilizado en mi contra
Debería quedarme callado y no forzarte a que me eches de una vez de tu cuarto.
Si hablo, igual digo un conjuro al revés y desaparezco.
No dejes que hable. Baja las persianas de tu cuarto y no dejes que hable.
Abrázame, y protégeme de los agresivos ruidos de la mañana, del sol y de mi propia voz.

jueves, 8 de julio de 2010

Top 5 de frases más dichas en España

Hay frases que la gente repite constantemente. Frases que deberían estar ya gastadas, pero que no se gastan y que la gente sigue y seguirá repitiendo eternamente. A veces me pregunto (mis amigos y yo somos bastante de intentar cuantificar cosas extrañas e incuantificables) cuál sería el Top 5 de frases más repetidas a lo largo del día en castellano y en España. Aquí va una tentativa con cinco de las frases que creo que podrían ser; excluyendo, claro está, los saludos. Podría resultar que son otras, así que vuestras sugerencias son bienvenidas. 

1. Te quedas sin cobertura
2. Ahora vengo
3. ¿Sabes lo que te quiero decir?
4. Al final te terminarás manchando
5.¿Ya?

viernes, 2 de julio de 2010

Rock'n'roll aptitud

Una cosa que me fascina es cómo muchas veces nuestras aptitudes van por un lado y nuestras elecciones, lo que queremos hacer con nuestra vida, van por otro completamente diferente. Cuando yo era crío se me daba muy bien dibujar y moderadamente bien escribir. Y lo que se me daba rematadamente mal era la música. Pero en un momento dado se me metió en la cabeza que quería tocar la guitarra y componer canciones. Y ahí sigo, dedicándole tiempo y esfuerzo a algo para lo que seguramente no soy lo suficientemente apto, pero que por algún motivo me llena como nunca me llenó dibujar.




Me viene todo esto a la cabeza pensando en la canción inédita que os pongo aquí arriba. ‘Mezclar agua con sed’, de Extremoduro. Roberto Iniesta (el líder y compositor de Extremoduro) ha nacido para escribir esta canción –y no, por cierto, una novela– y no lo sabe. O no quiere saberlo.

Este corte me parece con mucho la mejor composición de Extremoduro después de que tocaran techo con Agila en 1996. Sin embargo, por alguna razón nunca fue editada y sólo tenemos de ella una versión miserable: la grabación de un directo con un sonido bastante pobre.  

Es un descarte. Incomprensiblemente, cuando la banda del de Plasencia grabó ‘Yo, minoría absoluta’, en 2002, la dejó fuera para meter cosas tan ridículas como ‘Menamoro’. En 2008, este tema se volvió a quedar fuera de ‘La Ley innata’.

Lo peor de todo, lo más injusto, es que en el intervalo de tiempo que va entre estos dos discos, seis años, Roberto Iniesta escribió una novela que sí se ha publicado.

Me siento casi obligado a dar explicaciones de por qué me leí la novela de Robe, si sabía de antemano que iba a ser mala y cuando hay un millón de libros fundamentales que no he leído. El caso es que empecé a hojearla por curiosidad en una biblioteca y me la terminé llevando a casa. Lo mejor y lo peor que puedo decir del libro, (que lleva el cursi título de ‘El viaje íntimo de la locura’) es que empieza aguantando de forma bastante digna y prometedora antes de venirse abajo de forma abrupta y estrepitosa hacia la mitad.

Por eso me lo llevé a casa: esperaba leer obviedades y prosa poética de la mala, pretenciosa e insustancial, y durante los primeros capítulos lo que hay es un lenguaje que se deja leer muy bien, que encuentra el punto justo entre lo coloquial y lo informalmente lírico, y una historia que avanza un poco a trompicones por los caminos abiertos por el realismo mágico, pero que parece que te lleva a algo que hace que quieras seguir pasando páginas. Luego se va todo a la mierda: la historia sí que conducía a la obviedad más absoluta y el lenguaje cada vez se vuelve más hueco. Es lo peor que le puede pasar a un libro y, de hecho, es el peor libro que he leído entero después de uno de ciencia-ficción llamado 'El resurgir de la Atlántida', que me leí hace años. Los dos, por lo menos, se leían rápido.

Por cierto, si quieren leer algo bueno y molón, lean a Hari Kunzru. Cualquier cosa de él. ¡Viva Hari Kunzru! ¡Viva Kureishi! ¡Vivan los escritores británicos de raíces pakis!

El caso es que Robe, porque es Robe y porque se ha forrado a vender discos, ha podido sacar un libro saltándose los filtros habituales del mercado editorial y que hacen que a día de hoy permanezcan inéditas un millón de novelas mucho mejores que la suya. Pero, de todos modos, el que el músico extremeño no hubiera publicado su libro no habría significado que un novelista de verdad sí lo hubiera hecho con el suyo. Así las cosas, nada que objetar. Lo único que quiero aportar es esta reflexión: el dinero puede pagar muchas cosas, pero parece que no paga el estar rodeado de amigos con criterio que te digan: tío, tu novela no es que sea una mierda. No del todo, vamos. Escribe otras dos y, a lo mejor, la cuarta ya es digna de publicarse. Entre tanto haz un favor a la humanidad y dedícate a lo tuyo: compón canciones y, sobre todo, graba en condiciones ‘Mezclar agua con sed’.

Mezclar agua con sed. Extremoduro (Inédita)

Como limones
sus recuerdos son como limones
que a mordiscos me he comido enteros
y ahora ya no tengo sensaciones.
Como alimento
me sirve tu palabra y de tu aliento
salen las revoluciones,
poeta, haz volar nuestros corazones.

Que todo lo que quiero y más cabe en la frase que me haga sentirme bien
y que me llene de fuego hasta el rincón mas apagado de la piel.

Mezclar agua con sed

Como aguijones
clavados en el centro de una herida
llevo todas sus despedidas
y olvido de la vida los valores.
Como cemento
me sirven tus palabras si no tengo
columnas donde apoyarme
que no sean de aire lleno de silencio.

Que todo lo que quiero y más cabe en la frase que me haga sentirme bien,
que me levante del suelo, y me recuerda que aun queda por hacer

Mezclar agua con sed.

Cuéntame el antídoto que guarda de las setas el veneno,
porque ando tan perdido que me como todo lo que hay por el suelo.

Con pies de plomo,
vuelvo a la vida desde el abandono
tengo tan dura la cabeza
que tropiezo más de dos veces con todo.
Abre la puerta
y deja que entre la naturaleza
y ahora que ya no estás solo
verás como te coge miedo el lobo

Leer más sobre Canciones perdidas

jueves, 1 de julio de 2010

Hago lo que puedo

Es muy malo, pero es lo que  hay.
Hago lo que puedo.


Hago lo que puedo
Sergio López, 2010


Estoy intentando domesticar
mis fantasmas
pero no me sale: no soy lo bastante
difícil,
y he vertido,
encima de tu vestido nuevo,
mi copa de vino agrio y mediocre.
Y les he decepcionado a todos:
a los camareros, a mis acompañantes,
incluso a la banda
(que ha parado de tocar).
Y te he decepcionado a ti,
que sales corriendo del bar,
otra vez,
fingiendo una excusa
indulgente.
(Por lo menos no me mientas).
Puedes salir corriendo,
Puedes quedarte con tus orgasmos,
con tu sonrisa inhumana,
con los sueños premonitorios,
con tus vestidos horrorosos,
con tu sudor y con tu perfume,
y dejarme a mí solo
con mi borrachera de mí mismo,
clausurarme, de una vez por todas,
e insultarme (aunque tú creas que no me insultas),
diciéndome que, al menos,
hice lo que pude.
Sí. Hago lo que puedo
pero es muy poco,
por lo que parece,
y cada vez será menos.
Cada vez seré menos difícil y más viejo,
mayor y más yo.
Seré una dosis cada vez más pura
de mi propia esencia
y aunque intento rebajarme con alcohol,
seguiré oliéndote a vino agrio y mediocre
en tu vestido
(que ya no será nuevo).