Un microrrelato...
La Fuga
Sergio López, 2010
--Verá. Yo le he llamado por una fuga --dijo con cierto nerviosismo, al tiempo que cerraba la puerta de un puntapié.
--Pues, oiga, se ha equivocado usted. Yo soy cerrajero, no fontanero --le contesté.
--No me equivocado. Le aseguro --el hombre dirigió su mirada hacia sus manos, guiando la mía hacia el mismo punto-- que necesito un cerrajero.
El tipo tenía las manos cruzadas sobre su vientre y, en torno a sus muñecas, unas esposas. Qué chistoso.
--No puedo ayudarle --le contesté
y me dispuse a salir por la misma puerta que él acababa de cerrar.
--Puedo pagarle. Mucho dinero --dijo, al tiempo que se ponía delante de mí para cerrarme el paso.
--¡No! --me negué a seguir escuchando. Siempre he sido un hombre creyente. Toda mi vida se ha guiado por un respeto firme a la Ley de Dios y a la Ley de los hombres. No podía ayudarle, pensé. Era un delincuente. ¡A saber qué habría hecho!
--1.000 euros... 2.000 euros... 3.000 euros... --empezó a recitar, en un tono neutro, mientras yo negaba con la cabeza-- 9.000 euros, 10.000 euros...
--¡Maldita sea! --grité-- Le digo que no puedo ayudarle.
--17.000 euros, 19.000 euros, 21.000 euros... --había empezado a subir las cantidades de 2.000 en 2.000 euros,
pero yo seguía firme. ¡No me vine de Guinea Ecuatorial hace 18 años para colaborar con delincuentes!
--23.000 euros, 26.000 euros, 30.000 euros...
--Noooo --dije, alargando mucho la ‘o’, en un intento de denotar al mismo tiempo paciencia y comprensión.
--36.000 euros, 39.000 euros, 42.000 euros... --seguía recitando.
Yo me decía a mi mismo que me había venido a España huyendo de la corrupción y la miseria y que yo, sólo con el sudor de mi frente... yo estaba dándoles ya a mis hijos un futuro que no podrían haber ni soñado en Malabo. Con eso era ya suficiente.
--45.000 euros, 49.000 euros…
Yo estoy bien. Mi familia está bien. Somos felices con lo que tenemos y doy gracias a Dios por ello.
Aunque también estaría bien que mis hijos pudieran estudiar un año en el extranjero… o un máster en una universidad privada. O... qué demonios... ¡Vámonos de vacaciones un mes por ahí, a un buen sitio!
--Pare ya, por favor --insistí una vez más.
---58.000 euros.
Dicen que todo el mundo tiene un precio; el mío fue esa cifra en concreto: 58.000 euros.
Abrí mi maleta de herramientas.
Podría haber usado la cizalla, pero preferí alardear y hacer mi viejo truco, con dos simples clips. El gran secreto del forzado de cerraduras es que es realmente fácil. Cualquiera puede aprender a forzar cerraduras. Sin embargo, hacerlo en menos de tres segundos requiere cierta habilidad innata y mucha práctica.
--¡Increíble! --exclamó el hombre. Yo me quedé de rodillas sobre la alfombra del salón, paralizado. Antes de que me diera tiempo a pensar en qué había hecho o en la posibilidad de que no hubiese dinero y hubiese traicionado mis principios a cambio de nada, aquel tipo ya regresaba desde alguna estancia de la casa llevando en cada una de sus manos -sus manos criminales liberadas por mí- varios fajos de billetes verdes y morados.
--60.000 euros. Cuéntalos si quieres.
--No hace falta. Está bien así.
--Escucha, eso que acabas de hacer me ha parecido increíble. Realmente, tienes un don para esto, muchacho.
--Lo sé.
--¿Sería posible contratarte para un trabajito de… cerrajería? Sería algo sencillo y no supondría ningún riesgo para ti.
--¡No! --dije indignado. Dispuesto a salir, esta vez sí, corriendo por aquella puerta.
--10.000 euros, 20.000 euros, 30.000 euros…
2 comentarios:
Sergio, realmente exquisito este RELATO. No es un micro-relato, según mi apreciación, es un relato corto, no micro. Muy bueno!
todo el mundo tiene un precio, aunque quiero pensar que no cuando se trata de hacer sufrir a alguien más... cuesta reconocer que yo, por lo menos, hubiese abierto las esposas por muuucho menos...
un saludo y genial el relato =)
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