El ministro (y el transeúnte)
Sergio López, 2010
Sergio López, 2010
El ministro vio algo por la ventanilla del coche oficial que le resultó levemente incómodo y que le inquietó por un instante. No pudo precisar de qué se trataba exactamente hasta unos segundos más tarde.
Lo que le había desasosegado por un momento era una mancha.
Una mancha, una simple mancha, vista a través de la ventanilla de su coche oficial con chófer, un Volkswagen Phaeton cuyo precio ascendía a 80.000 euros y que recorría las calles del centro de Madrid a toda velocidad, abriéndose paso por entre la brecha que horadaban las sirenas de los coches de policía en el pesado tráfico de la Gran Vía y en la vida cotidiana de los transeúntes de las ocho de la tarde.
Esa mancha, deformada por efecto de la velocidad era, precisamente, un transeúnte.
Un transeúnte: uno más entre esos hombres y mujeres casi invisibles, que casi no existen, y que habitualmente se ven, como manchas deformadas por el efecto de la velocidad, a través de la ventanilla del coche oficial del ministro en sus frecuentes desplazamientos.
Este transeúnte en concreto se llamaba López y estaba enseñando el dedo corazón en un ostensible gesto de desprecio. Era aquello lo que había causado la fugaz intranquilidad del ministro.
El ministro se dirigía a alguno de los actos programados dentro de la cumbre UE-América Latina que tenía lugar en Madrid esos días. Su coche oficial era uno más entre los cientos de carísimos coches oficiales de alta gama, con chófer, cristales tintados y escolta policial, que estaban atravesando a esas horas las calles del centro de Madrid; quemando un montón de gasolina, dejando sordos a vecinos y turistas, interrumpiendo el tráfico, interrumpiendo conversaciones telefónicas con sus dispositivos inhibidores de frecuencias y obligando a ciclistas y conductores de ciclomotores a hacer maniobras de emergencia para evitar ser arrollados.
López acababa de salir hacía un rato de la oficina donde desempeñaba su trabajo temporal mileurista que se le acababa en dos meses (y después, ¿qué?) y había decidido dar un paseo por el centro para relajarse tras su estresante jornada y dejar de preocuparse por cosas como "y después, ¿qué?".
El ministro acababa de salir hacía un rato por la tele justificando las medidas de austeridad recién aprobadas por el Gobierno. Medidas que suponían que López y otros cuantos millones de transeúntes mileuristas como López pagarían más dinero en impuestos indirectos y recibirían menos dinero en protección social y servicios públicos para que, de esa forma, las grandes fortunas pudieran ganar todavía más dinero del que tenían y no se largaran con sus millones a otra parte. El ministro sabía perfectamente que eso era un chantaje mayúsculo, pero en ese preciso momento estaba intentando relajarse y dejar de pensar en ello fumándose un Cohiba, regalo, precisamente, de una de esas grandes fortunas aludidas.
Era altamente improbable que la vida de López volviera a interferir con la vida del ministro otra vez. Por más que la vida del ministro sí que hubiera tenido ya una serie de consecuencias notables sobre la de López.
Por lo general, al ministro, la gente como López, los transeúntes, esas manchas casi inexistentes e inapreciables que veía a través del cristal de la ventanilla de su vehículo oficial de 80.000 euros cuando iba de un lado a otro escoltado por la policía, le afectaban sólo una vez cada cuatro años.
Era altamente improbable que López volviera a votar al partido del ministro alguna vez.
2 comentarios:
En España hay 30.000 coches oficiales, tantos como en EE UU, cuya población es 6 veces la de España (autonomías, ayuntamientos... en fin). Sus precios oscilan entre los 60.000 y los 600.000 euros, lo normal es que cuesten unos 100.000. Es decir hay 3 mil millones invertidos en coches oficiales.
Cada coche oficial gasta unos 10 euros por cada 100 kilómetros y recorre 30.000 kilómetros al año, así que está gastando solo en combustible 3.000 euros al año. Como hay 30.000 coches, se gastan 90 millones al año en gasolina para los coches oficiales. (Y no hablamos aquí de todo el CO2 que emiten).
Yo ponía al 95% de estos papafritas a viajar en autobús... pero como se ve que todo esto no genera déficit.
Muy bueno. Sólo veo una pega, y creo que es una lástima: Creo que el ministro no vio el dedo de López. Estaba muy ocupado fumándose el Cohiba y pensando en lo importante pero estresante que es su trabajo.
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