jueves, 28 de mayo de 2009

Fachalandia

Érase que se era un Reino en el cual durante cuarenta años no hubo rey. Hubo un régimen fascista dirigido por un señor bajito y con voz aflautada, que, además de más cosas, era un asesino miserable. Este señor siguió mandando sin que nadie lo impidiera hasta que murió de viejecito en la cama de un hospital.

Pero, colorín colorado, este cuento no se acabó ahí.

Treinta años después de la muerte del tirano, un caballero andante de la justicia, el Superjuez Garzón, quiso hacer lo que nadie en esas tres décadas había hecho: procesar judicialmente la dictadura de este señor bajito para saldar cuentas con el pasado, hacer justicia, rehabilitar el nombre de sus vítimas, etc.

No le salió muy bien y, además, un sindicato de extrema derecha, Manos Limpias, se querelló contra él por querer juzgar a la dictadura.

Eso no era de extrañar. Pero lo que vino después sí fue fabuloso: el Tribunal Supremo del Reino admitió esa querella infame y cutre a trámite... lo que causó el alborozo y el jolgorio del principal partido del país por número de afiliados. Mientras unos cuantos quijotes se rasgaban las vestiduras, las turbas se alegraban de que se parasen los pies a aquel pedante iluminado con delirios de grandeza que se creyó capaz de perturbar el descanso eterno del dictador.

Poco después, aquel Reino, elegía como su principal representante en el parlamento de Europa a Mayor Oreja, un tipo que, entre muchas otras perlas, calificaba la dictadura de aquel señor bajito, miserable y asesino, como "un periodo de extraordinaria placidez".

miércoles, 27 de mayo de 2009

El trinque VS romper cosas como método de acción política

Hola, amigos de la tricotosa!

Hoy voy a hablar de dos temas que aparentemente no tienen relación. A ver que tal me sale.

Todo el mundo, aquí en Bilbao, se queda sorprendido de que cande mi bicicleta con dos seguros, uno de ellos de hierro macizo. Juzgan excesivo mi miedo a que me roben mi único medio de transporte. Y la verdad es que, preguntando, no he encontrado a nadie que me haya dicho que le hayan robado su bicicleta. A mí en Madrid sí que me robaron una bicicleta. Y un Opel Kadett.

En cambio nadie de Bilbao se ha mostrado demasiado sorprendido cuando les he contado con total indignación que alguien me ha pinchado ya dos veces las ruedas de mi bici, con nocturnidad y alevosía, cuando ésta dormía dentro del portal y otra vez más cuando estaba en la calle.

El fin de semana pasado estuve en Madrid y le contaba todo esto a mi amigo Maki. Y el me respondió con lo mismo que pensaba yo pero mejor verbalizado: “¡Hay que ser gilipollas para romper algo que no puedes robar!”.

Risas.

Después, la conversación siguió por una derivada: el robo y lo socialmente aceptado que está en la cultura mediterránea, latina o como queramos llamarla. Esto llevó a deducir un nuevo hecho diferencial, una nueva brecha cultural que nos divide racial y radicalmente a los vascos y a los malvados españoles.

Los españoles tenemos una gran predisposición a entender el trinque como algo normal y cotidiano para conseguir objetivos. Y los vascos, parece que no tanto... pero, en descargo, parece que sí entienden que romper cosas es un método válido para conseguir objetivos; en este caso, parece ser que la ocupación de 30 centímetros del paso comunal por parte de una bicicleta invasora justificaba la eskalera borroka.

¿Qué es mejor? ¿Qué es peor? Yo no lo sé, oigan.

El mejor ejemplo de aceptación ibérica de la corrupción es lo que está pasando con los casos Gürtel, Fundescam y demás. Bueno, yo anuncio hoy, aquí, que Camps y toda la tropa ya están absueltos. No hace falta celebrar juicio. No cal fer el txui, que dirían en Valencia.

Lo están. Porque la sociedad les absuelve. Nadie, fuera de los lectores habituales de El País o Público, está demasiado escandalizado por el asunto. Y… ¿por que iban a estarlo?, si seguramente todos también han intentado trincar alguna vez o lo harían si tuvieran la ocasión.

Es realmente difícil que el juez que lleva el caso condene a la contraparte política de la trama. Si no, Rajoy no se habría mostrado tan cercano a Camps estos días. Judicialmente, se van a ir de rositas seguro. Pero eso es lo de menos. Ha habido políticos contra los que nunca se ha podido demostrar nada por los tribunales, pero que tuvieron que dejar el cargo ante el escándalo que se montó.

Y eso no está pasando.

¿Quién en este país no dejaría regalar que un amiguito del alma le regalase unos trajes a medida? ¿Y quién no le devolvería el favor a ese amigo del alma utilizando su posición?

Pues igual ni yo ni mi amigo Maki lo haríamos… pero no estamos en ningún parlamento sino que nos limitamos a arreglar el mundo con una litrona en la mano en las Vistillas de Madrid, histórico parque, que, por cierto, la simpática jerarquía eclesiástica española (AKA The Spanish Inquisition) va a cubrir de hormigón.

Los fabulosos Lendakaris Muertos, que son de Pamplona, pero pese a ello son malvados (y, según algunos, también españoles) tienen una canción llamada Vine, vi y me vendí en su disco homónimo que resume muy bien lo que es la cultura del trinque en este país. Después de narrar las andanzas del “alcalde del pueblico / que ha desaparecido”, preguntan ¿“y tú que harías” si fueras el primer edil? y se responden: “seguramente me aprovecharía”.



Pues eso.

En cuanto a la eficacia de romper cosas como método de acción conducente a la consecución de determinados objetivos, mucha gente tiende a pensar que no es un método demasiado eficaz -y, efectivamente, Euskal Herria no es hoy más libre porque en el pasado hayan ardido unos cuantos cajeros automáticos y containers de papel- pero el caso es que yo sí que estoy metiendo mi bici en mi casa por las noches. Así que, en este caso concreto, objetivo conseguido. Claro que si el/la gilipollas hijo/a de una hiena y un chacal que me pincha las ruedas hubiera llamado al timbre y me hubiera pedido que no dejase la bici en la escalera, el efecto hubiera sido el mismo.

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NOTA. Este post se mueve entre el cinismo y la ironía. Espero que sea entendido y no me quede sin amigos. ;-)

viernes, 15 de mayo de 2009

La Ola

El Athlético de Bilbao perdió el miércoles la Copa del Rey frente al Barça, como era evidente que iba a ocurrir. Por un momento, las caras largas de los miles y miles de bilbaínos que se agolpaban en calles como García Ribero parecían sugerir un brusco despertar del sueño. Brusco y con resaca.

Pero lo que ha hecho la gente, de momento es darse la vuelta para seguir durmiendo un rato más. Sigue la locura y el consumo desaforado de alcohol. Ayer, medio millar de personas recibieron a su equipo en el Aeropuerto de Loiu como si trajera la Copa y hoy, muchas mas, decenas de miles, le darán la bienvenida en las calles del centro de la capital, calles que siguen atestadas de todo tipo de parafernalia del club.

Vamos, que sigue el delirio colectivo. Sigue la riada rojiblanca inundando Bilbao. El día que ganó España la Eurocopa, Madrid no era ni mucho menos tan roja como rojiblanco lleva toda la semana Bilbao.

Vizcaya se ha subido en una ola de forofismo que cubre todo a su paso. Todo lo que no sea el Athletic está metros por debajo. Durante el último mes se ha hablado mucho más en la capital vizcaína de la final de la Copa del Rey (de España), que del histórico cambio de Gobierno vasco.

Lo explica June mucho mejor de lo que yo lo haría, así que leedla a ella. En general, la opinión de todos aquellos que se paran a pensar sobre el asunto (y deciden compartirlo) es que, en una sociedad tan crispada y dividida como la vasca, el fútbol es lo único que cohesiona. Y que en este preciso momento de la historia, surfear la ola del Athletic es especialmente útil para sublimar las tensiones latentes entre los que apoyan al nuevo ejecutivo y los que están en contra.

Otros hablan también de que en la crisis económica (y anímica) que vivimos, la gente necesita alegrías y se agarra como a un clavo ardiendo a la mínima posibilidad de despiporre.

A mí, además, me llama la atención como los grandes poderes vizcaínos (que como todos ya sabréis son la BBK, el Correo y el Athletic) y otros de menor enjundia (todas y cada una de las empresas locales, el Ayuntamiento, la Diputación...) han calentado el ambiente previo al Athetic-Barça hasta llevarlo al paroxismo. Como han contribuido a que la ola creciera y creciera. Los que recuerdan la final de copa de 1984, cuando el Athletic sí ganó al Barça, cuentan que ahí la cosa fue mucho más espontánea y que la emoción siguió a la final, no la precedió a lo largo de todo el mes anterior.

Todas las antedichas instituciones se han gastado un dineral en regalar a sus clientes cosas de colores rojo y blanco y patrocinar la colocación de 22 pantallas gigantes por toda la ciudad. Las instituciones públicas han coordinado. El propio jefe de la oficina de espacio público del Ayuntamiento, encargado de esas tareas, compartía la idea que he dicho antes: “En 1984 fue muy distinto. No había pantallas gigantes y los medios de comunicación no influían como influyen ahora”, explicaba el martes. Una frase que, por cierto, si la sacamos de contexto tiene unas connotaciones orwelianas que acojonan: 1984, pantallas gigantes, control de las masas por parte de los medios de comunicación. Ugh.

Vale que el futbol sea el opio del pueblo, pero es que esto es una sobredosis ya y no me quiero ni imaginar cómo va a ser la resaca.

Hablando de drogas, vuelvo a estar flipado con Hunter S. Thompson (periodista autor de Miedo y asco en Las Vegas), así que voy a terminar recordándole. Sí, así de pedante soy: primero Orwell y ahora Thompson. El otro día pudimos ver en el Festival de cine fantástico de Bilbao, Fant, la biografía de Thompson (Dios sabe por qué programaban un biopic en un festival de cine fantástico) y hoy he utilizado en una crónica que escrito sobre el ambiente de Bilbao estos días varias frases que dijeron anoche algunas personas cuando estábamos de borrachera. ¡Lo cual es muy Hunter S. Thompson!

Así que, parafraseando al maestro, diré que todas las olas terminan rompiendo. Mañana o pasado, la gente se subira a Artxanda y, mirando abajo, casi verá el punto hasta donde llegó la marea rojiblanca, ese lugar en el que la ola finalmente rompió y comenzó a retroceder.

Y se encontrará con lo que salga a la luz al retirarse las aguas.