viernes, 15 de mayo de 2009

La Ola

El Athlético de Bilbao perdió el miércoles la Copa del Rey frente al Barça, como era evidente que iba a ocurrir. Por un momento, las caras largas de los miles y miles de bilbaínos que se agolpaban en calles como García Ribero parecían sugerir un brusco despertar del sueño. Brusco y con resaca.

Pero lo que ha hecho la gente, de momento es darse la vuelta para seguir durmiendo un rato más. Sigue la locura y el consumo desaforado de alcohol. Ayer, medio millar de personas recibieron a su equipo en el Aeropuerto de Loiu como si trajera la Copa y hoy, muchas mas, decenas de miles, le darán la bienvenida en las calles del centro de la capital, calles que siguen atestadas de todo tipo de parafernalia del club.

Vamos, que sigue el delirio colectivo. Sigue la riada rojiblanca inundando Bilbao. El día que ganó España la Eurocopa, Madrid no era ni mucho menos tan roja como rojiblanco lleva toda la semana Bilbao.

Vizcaya se ha subido en una ola de forofismo que cubre todo a su paso. Todo lo que no sea el Athletic está metros por debajo. Durante el último mes se ha hablado mucho más en la capital vizcaína de la final de la Copa del Rey (de España), que del histórico cambio de Gobierno vasco.

Lo explica June mucho mejor de lo que yo lo haría, así que leedla a ella. En general, la opinión de todos aquellos que se paran a pensar sobre el asunto (y deciden compartirlo) es que, en una sociedad tan crispada y dividida como la vasca, el fútbol es lo único que cohesiona. Y que en este preciso momento de la historia, surfear la ola del Athletic es especialmente útil para sublimar las tensiones latentes entre los que apoyan al nuevo ejecutivo y los que están en contra.

Otros hablan también de que en la crisis económica (y anímica) que vivimos, la gente necesita alegrías y se agarra como a un clavo ardiendo a la mínima posibilidad de despiporre.

A mí, además, me llama la atención como los grandes poderes vizcaínos (que como todos ya sabréis son la BBK, el Correo y el Athletic) y otros de menor enjundia (todas y cada una de las empresas locales, el Ayuntamiento, la Diputación...) han calentado el ambiente previo al Athetic-Barça hasta llevarlo al paroxismo. Como han contribuido a que la ola creciera y creciera. Los que recuerdan la final de copa de 1984, cuando el Athletic sí ganó al Barça, cuentan que ahí la cosa fue mucho más espontánea y que la emoción siguió a la final, no la precedió a lo largo de todo el mes anterior.

Todas las antedichas instituciones se han gastado un dineral en regalar a sus clientes cosas de colores rojo y blanco y patrocinar la colocación de 22 pantallas gigantes por toda la ciudad. Las instituciones públicas han coordinado. El propio jefe de la oficina de espacio público del Ayuntamiento, encargado de esas tareas, compartía la idea que he dicho antes: “En 1984 fue muy distinto. No había pantallas gigantes y los medios de comunicación no influían como influyen ahora”, explicaba el martes. Una frase que, por cierto, si la sacamos de contexto tiene unas connotaciones orwelianas que acojonan: 1984, pantallas gigantes, control de las masas por parte de los medios de comunicación. Ugh.

Vale que el futbol sea el opio del pueblo, pero es que esto es una sobredosis ya y no me quiero ni imaginar cómo va a ser la resaca.

Hablando de drogas, vuelvo a estar flipado con Hunter S. Thompson (periodista autor de Miedo y asco en Las Vegas), así que voy a terminar recordándole. Sí, así de pedante soy: primero Orwell y ahora Thompson. El otro día pudimos ver en el Festival de cine fantástico de Bilbao, Fant, la biografía de Thompson (Dios sabe por qué programaban un biopic en un festival de cine fantástico) y hoy he utilizado en una crónica que escrito sobre el ambiente de Bilbao estos días varias frases que dijeron anoche algunas personas cuando estábamos de borrachera. ¡Lo cual es muy Hunter S. Thompson!

Así que, parafraseando al maestro, diré que todas las olas terminan rompiendo. Mañana o pasado, la gente se subira a Artxanda y, mirando abajo, casi verá el punto hasta donde llegó la marea rojiblanca, ese lugar en el que la ola finalmente rompió y comenzó a retroceder.

Y se encontrará con lo que salga a la luz al retirarse las aguas.

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