sábado, 8 de diciembre de 2007

Mis mejores deseos para estas navidades




Desde la ventana de mi casa se ve esta bucólica estampa navideña. Aprovechando el puente, un montón de catetos han venido a invadir Madrid desde sus putas casas a bordo de sus coches de mierda y encima han pensado que mi calle es un atajo a alguna parte.

Cuando descubren que por mi calle no se llega antes a ningún sitio, sino que, al contrario -dada la afluencia de subnormales que por algún motivo tienen licencia para manejar una tonelada de metal humeante capaz de desplazarse a grandes velocidades- se monta un fenomenal atasco, todos ellos deciden, en su supina idiotez, tirar de claxon. Como si fueran a llegar antes por eso.

Llevo escuchando la sinfonía de bocinas de automóviles desde las 10 de la mañana, hora a la que he llegado a casa. No he podido echarme la siesta ni trabajar.

Esos imbéciles son una pequeña muestra del provervial poco respeto por el silencio que hay en este país, donde políticos, empresarios, iglesia y demás poderes promueven una forma de vida basada en mearse en aquel sabio refrán que dice 'más vale estar callado y parecer tonto que abrir la boca y demostrarlo'.

Estos idiotas, que necesitan de sus grandes y potentes coches para afirmar su eunuca sexualidad tampoco tienen derecho ninguno a obligarme a respirar las asquerosas emisiones de gases tóxicos que producen sus aparatos.

Que se lo traguen todo ellos.

Para ellos va el consejo de hoy. El consejo es éste: Ustedes son responsables del humo que producen, así que no permitan que otros se aprovechen de él: cojan una manguera, la conectan por un extremo al tubo de escape e introducen el otro por la propia ventanilla. Y a disfrutar.

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